En Cuaresma, Jesús nos invita a seguirle a Él, pero tenemos que saber qué es seguir a Jesús, a qué nos compromete. Debemos darnos cuenta que para seguirle a Él debemos dejar nuestro camino, esto es, nuestros egoísmos, el vivir centrado en nosotros mismos, algo que nuestra sociedad tanto reclama, como si seguir a Jesucristo y servir a los hermanos no nos diera la plenitud del amor.
Este evangelio de Cuaresma plantea que seguir a Jesús es cumplir la plenitud del amor: servir a los pequeños. Y esto solo por una cosa: porque Él lo hizo primero, porque vino a servir y no a ser servido.
Servir
Ahora bien, debemos investigar preferentemente esto: qué significa servir a Cristo, trabajo por el que se promete paga tan grande. En efecto, si supusiéremos que servir a Cristo es preparar lo que es necesario para el cuerpo – cocinar o servirle las viandas cuando cenaba, o darle la copa y escanciar la bebida -, le hicieron esto quienes pudieron tenerlo presente en el cuerpo, como Marta y María cuando Lázaro era también uno de los que estaban recostados.
Pero aun el perdido Judas le sirvió de este modo porque él tenía los cofrecillos y, aunque hurtaba muy criminalmente de lo que en ellos se echaba, sin embargo, mediante él se preparaba lo necesario.
A esto se debe que, cuando el Señor le dijo: «Lo que haces, hazlo presto», algunos opinaron que le mandaba preparar lo necesario en atención al día festivo, o dar algo a los indigentes. Por tanto, de ningún modo diría de esta clase de servidores el Señor: «Donde yo estoy, allí estará también mi servidor» ni «Si alguien me sirviere, lo honrará mi Padre», porque a Judas, que servía tales cosas, lo vemos reprobado más bien que honrado. ¿Por qué, pues, buscamos en otra parte qué significa servir a Cristo y, más bien, no reconocemos esto en esas palabras mismas?
Seguir
En efecto, cuando dijo: «Si alguien me sirve, sígame», quiso que esto se entendiera como si dijese: Si alguien no me sigue, no me sirve. Sirven, pues, a Jesucristo quienes buscan no lo suyo, sino lo de Jesucristo. En efecto, «sígame» significa esto: camine por mis caminos, no por los suyos; como está escrito en otra parte: Quien dice que él permanece en Cristo, también ése mismo debe caminar como él caminó. Si ofrece pan al hambriento, debe también obrar por misericordia, no por jactancia; no buscar allí otra cosa que la obra buena, sin que la izquierda sepa qué hace la derecha, esto es, que de la obra de caridad sea alejada la intención egoísta. Quien sirve así, sirve a Cristo y con razón se le dirá: Cuando lo hiciste a uno de mis mínimos, a mí lo hiciste.
La causa de Cristo
Al hacer por causa de Cristo no sólo lo que se refiere a la misericordia corporal, sino todas las obras buenas – por cierto, serán buenas entonces, porque el final de la Ley es Cristo para justicia en favor de todo el que cree -, es servidor de Cristo hasta esa obra de caridad grande que es deponer su alma por los hermanos, pues esto es deponerla también por Cristo, porque en atención a sus miembros va a decir también esto: Cuando lo hiciste por ésos, por mí lo hiciste.
Por cierto, se dignó hacerse y llamarse servidor respecto a tal obra cuando asevera: Como el Hijo del hombre vino no a ser servido, sino a servir, y a deponer su vida por muchos. Cada uno, pues, es servidor de Cristo en virtud de eso por lo que Cristo es también servidor. A quien así sirve a Cristo, su Padre lo honrará con el honor grande de estar con su Hijo sin que nunca falle su felicidad.
Comentario al evangelio de san Juan 51, 12