Esta frase del Evangelio de Mateo, que sirve como título de la crónica sobre el voluntariado internacional organizado, este verano, por el Colegio Mayor Elías Ahuja, fue, además, el lema del campamento urbano que las Misioneras de la Caridad organizaron, en la ciudad de Tánger, para los niños de la calle y para la cantidad de voluntarios que cada año llegan a la Medina de aquella hermosa ciudad costera.
Del 9 al 22 de julio, un grupo de nueve colegiales ha participado en esta aventura, en la que han estado acompañados por el religioso agustino P. José María Herranz Maté. A la vuelta, han querido compartir su experiencia, para dar testimonio de cómo el voluntariado, la apertura al otro y la entrega, puede transformar la vida de las personas.
Campamento
El campamento de verano ocupaba las mañanas. Ofrecer ducha, desayuno, organizar algo de deporte, visitas culturales y comida estructuraban la actividad. «Eran tareas sencillas, nada complicado. Sin embargo, en esa sencillez, descubríamos cada mañana como en los pequeños gestos las personas recuperan la dignidad que parecerían haber perdido», explica uno de los jóvenes voluntarios.
«La primera mañana encontramos unos 30 niños de la calle entre los 10 y los 18 años -explica-, hambrientos, cubiertos de cicatrices, de heridas, con algún piojo y las ropas destrozadas. Casi no parecían niños. Pero después de la ducha, el corte de uñas y la ropa limpia, parecían otros y nos sorprendían realizando pequeñas manualidades, dibujos, bromas… Esos pequeños y jóvenes supervivientes volvían a ser lo que son: niños».
El grupo de jóvenes voluntarios vio con claridad desde el primer momento que el cariño es el único idioma que todos entienden. Y así a golpe de sonrisa y juegos pudieron conocer sus historias de vida y sus sueños, llenos de esperanza y en algunos casos con la mirada puesta en Europa.
Historias de las que Dios no se olvida y como muestra de ello, la labor de las Hermanas de la Caridad, que dan la vida por estos chicos: «Ellas con sencillez, sin medios, pero con una fe firme, que ni siquiera pueden testimoniar en Marruecos, hacen que siga brillando la luz del Evangelio».
Personas con discapacidad
Por las tardes, el trabajo estaba centrado en atender a las personas con discapacidad psíquica que cuidan los Franciscanos de la Cruz Blanca. Esta parte de la labor del grupo suponía un mayor desafío ya que se trata de hombres que apenas decían unas pocas palabras, con dificultades motoras y dependientes: «Los colegiales fueron muy conscientes de que sin los franciscanos, vivirían en condiciones muy malas. Compartir su aburrimiento y su quietud fue realmente un reto para nosotros que tenemos tantas cosas que poder hacer y que estamos siempre en movimiento».
Han sido dos semana intensas en las que siete colegiales han decidido compartir su tiempo de vacaciones, con personas que conviven con una realidad absolutamente distinta, al límite en muchos casos y con historias que no tienen que ver con las que ellos conocen aquí en España. «Junto a ellos aprendimos que podemos mirar la realidad con otros ojos -subraya otro de estos jóvenes colegiales-, de otra manera y que, incluso, donde no creíamos posible aprender nada, dejando atrás los prejuicios, encontramos una gran lección de vida».
En el grupo todos coinciden en que, en Tánger, participando en el día a día de las Hijas de la Caridad y Franciscanos, el Evangelio se hace más concreto y más real. De vuelta ya a la rutina ahora el reto es otro, seguir con los estudios, sin dejar de mirar al prójimo con han aprendido a hacerlo estos días. Seguir con su vida de jóvenes universitarios, dando testimonio en el CMU Elías Ahuja o con familiares y amigos, de lo vivido, para no olvidarse nunca de cada una de las personas con las que han compartido estos días.
Desde el CMU Elías Ahuja se quiere manifestar el agradecimiento a todos los que han hecho posible esta experiencia, que tiene como principal objetivo que los jóvenes se encuentren con un Jesús que transforma los corazones y la vida de quienes le conocen. A las Hermanas de la Caridad, a los Franciscanos de la Cruz Blanca, a los jóvenes que han decidido apostar por un verano diferente y a las familias que lo han permitido.