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El II Concurso de Buenas Prácticas de la Fundación Camilo de Lellis, que tiene como objetivo reconocer la labor y las buenas prácticas en el funcionamiento de residencias de distintas congregaciones religiosas ha recaído, en la categoría de «Atención psicosocial», en la Residencia de Atención Especial «Tomás Cámara», de la Provincia agustiniana de San Juan de Sahagún, en Madrid. Los otros galardonados en esta segunda edición de los premios, son las Hijas de la Caridad de Villaviciosa de Odón, con su Proyecto de Sala Snoezelen y el centro de Adoratrices Ávila, por su promoción de la salud.
El pasado mes de octubre se celebró el segundo aniversario de la puesta en marcha de la Residencia de Atención Especial (RAE) «Tomás Cámara«. Desde octubre del 2022, que comenzó su funcionamiento, han sido dos años llenos de acontecimientos y de mucho aprendizaje, tanto para el equipo de trabajadores, voluntarios, como para la comunidad de religiosos agustinos que vive allí.
En los últimos meses, fruto de la reflexión y del trabajo diario, surgió la idea de organizar en el centro un encuentro intergeneracional, poniendo en contacto a los que están en la residencia con niños de diferentes edades, realizando actividades físicas y juegos lúdicos en equipos.
El resultado ha sido tan positivo, que la actividad se va a organizar en años sucesivos y ha merecido este premio que otorga la Fundación San Camilo.
El origen
Cabe señalar que, todos los agustinos de la RAE «Tomás Cámara», se han dedicado a lo largo de su vida a la enseñanza. Esto explica que los trabajadores de la residencia percibieran, en las conversaciones diarias con ellos, mucha nostalgia por su parte, recordando los años que se habían dedicado a dar clase y a estar en contacto con los niños.
De hecho, cuando les proponían hacer alguna excursión y les preguntaban cuáles eran sus preferencias, muchos pedían ir a visitar los colegios agustinos de Madrid.
Esto, unido a la resistencia que muchas veces muestran los agustinos mayores para participar en actividades físicas, llevó al equipo de la RAE a pensar que, un proyecto intergeneracional ofrecía la posibilidad de que se pudieran encontrar con los niños sin tener que salir de la residencia.
Por otra parte, hay muchas actividades que, si se adaptan, pueden realizar juntos, jugando y divirtiéndose, generando casi sin darse cuenta un un vínculo afectivo.
«Otra de las cosas que queríamos conseguir con esta actividad -explican desde el equipo de profesionales sanitarios y monitores- es que niños y jóvenes valorasen más a los mayores, que conocieran sus necesidades y vieran cómo, haciendo adaptaciones, pueden participar de muchas actividades».
El desarrollo
El resultado de esta idea sencilla han sido las I Jornadas Intergeneracionales RAE «Tomás Cámara», en las que agustinos mayores y niños de diferentes edades han realizado actividades físicas y han participado en juegos por equipos.
Unas jornadas que se han valorado muy positivamente y que se repetirán en años sucesivos.
Al final de la jornada se han entregado premios a todos por participar y un diploma especial al equipo ganador.
Los beneficios
Una iniciativa así mejora las relaciones intergeneracionales, fomentando el diálogo y la comprensión mutua. Además, los juegos ayudan a mantener activo tanto el cuerpo, como la mente, favoreciendo la estimulación cognitiva de todos.
Este tipo de actividad también desarrolla las habilidades sociales, ya que promueve el el trabajo en equipo, la empatía y la
comunicación entre generaciones.
Por último, el ambiente lúdico reduce el estrés y mejora el estado de ánimo de los participantes.
Conclusiones
Las actividades intergeneracionales, particularmente aquellas basadas en el juego, no solo constituyen una forma de esparcimiento, sino también un medio sumamente eficaz para vincular a personas de distintas edades.
Mediante el juego, se desmantelan los estereotipos y prejuicios asociados a las diferentes generaciones, facilitando la comprensión y empatía entre los participantes.
Por otra parte, estas experiencias compartidas favorecen una convivencia más armónica y enriquecedora, en la que tanto los jóvenes como los mayores pueden intercambiar vivencias, conocimientos y energías. En definitiva, el juego se transforma en un espacio seguro y estimulante para el intercambio intergeneracional, promoviendo valores como el respeto mutuo, la cooperación y la solidaridad.
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