Evangelio del II Domingo de Navidad, según San Agustín

En este segundo domingo del tiempo de Navidad, San Agustín nos explica cómo la Palabra de Dios está en Dios y llega a nosotros.

En este segundo domingo del tiempo de Navidad, San Agustín nos explica cómo la Palabra de Dios está en Dios y llega a nosotros. Cómo sin dejar de ser Dios, puede estar con nosotros y hacerse presente entre nosotros. La Palabra de Dios permanece siempre en nosotros, porque es Dios mismo hablándonos desde el corazón de Dios, nuestro Padre.

La Palabra

¿Quién hay que comprenda la Palabra que permanece? Todas nuestras palabras suenan y pasan. ¿Quién hay que comprenda la Palabra que permanece sino el que permanezca en ella? ¿Quieres comprender la Palabra que permanece? No sigas el río de la carne. En efecto, esta carne es un río, pues no se detiene. ¿Quieres permanecer? En cambio, la Palabra de Dios permanece para siempre.

Mas, para socorrernos, la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. ¿Qué significa la Palabra se hizo carne? El oro se hizo heno; se hizo heno para ser quemado; el heno se quemó, pero quedó el oro. No solo no pereció con el heno, sino que lo transformó. ¿Cómo lo transformó? Lo resucitó, le devolvió la vida, lo subió al cielo y lo sentó a la diestra del Padre. Recordemos el texto inmediatamente anterior a las palabras. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros: Vino a su casa, y los suyos no la recibieron; más a cuantos la recibieron les dio poder de llegar a ser hijos de Dios.

Hijos de Dios

Así, pues, dio poder de llegar a ser hijos de Dios a los que creen en su nombre, los cuales, no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni de deseo de varón, sino de Dios. Ved que lo son, sea la que sea la edad de su carne; estáis viendo a los recién nacidos; contempladlos y alegraos. Vedlos nacidos, pero de Dios. La matriz materna, el agua bautismal.

Pero – dicen – ¿cómo pudo suceder que la Palabra de Dios, por la que es gobernado el mundo y por la que fueron y son creadas todas las cosas, se encogiese en la carne de una virgen?; ¿que, abandonando el mundo y los ángeles, se encerrase en el seno de una sola mujer?

Trato de decir algo sobre la Palabra, y tal vez la palabra humana puede ofrecerme algo semejante. Ved que la palabra que os estoy hablando la tuve primero en mi corazón; salió hacia ti, pero no se apartó de mí; comenzó a estar en ti lo que no estaba en ti y permaneció conmigo al salir hacia ti. Así, pues, de la misma manera que mi palabra fue expresada a tu mente sin apartarse de mi corazón, así aquella Palabra fue expresada a nuestra mente sin apartarse de su Padre”.

Sermón 119, 1.4.6-7

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