Religiosas agustinas: mujeres que ayudan a otras mujeres

En el contexto del Día de la Mujer, nos acercamos a la realidad de un grupo de religiosas agustinas, mujeres que ayudan a otras mujeres.

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, fue establecido por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1977, en honor a todas aquellas mujeres que han luchado en todo el mundo por la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Se decidió esta fecha para recordar lo sucedido el 8 de marzo de 1857,cuando 129 obreras textiles de la fábrica Cotton de Nueva York fallecieron en un incendio, mientras se manifestaban en contra de la extensa jornada laboral, los bajos salarios, las precarias condiciones de trabajo y las diferencias que sufrían en comparación a los hombres.

Hoy, 168 años después de la huelga de las mujeres trabajadoras en Nueva York, en muchos lugares del mundo la mujer sigue sufriendo discriminación por el hecho de ser mujer. Por eso, sigue siendo necesario reivindicar sus derechos y apostar por la educación y la formación integral, como motor del cambio en la sociedad.

Con ocasión del Día Internacional de la Mujer, religiosas agustinas, de distintas comunidades, comparten cómo viven su vocación y cómo es su relación con mujeres con las que están en contacto, en contextos tan variados como una escuela infantil, un monasterio, una hospedería o un colegio.

Escucha

La hermana Cecilia Torres, del Monasterio Ntra. Señora de Mirambel, en Benicasim (Castellón), señala que hay muchas mujeres que se acercan a este pequeño Monasterio, situado entre la montaña y el mar, buscando paz y ser escuchadas.

Esta comunidad de religiosas agustinas de vida contemplativa está muy en contacto con el día a día de tantas mujeres que comparten con ellas la Eucaristía o que participan los fines de semana, en reuniones parroquiales en alguno de los espacios de la hospedería.

«Dios me ha ayudado a aceptar y llevar mi enfermedad -dice una de las feligresas-. Sé que está conmigo y sufre conmigo. Voy a Misa al monasterio porque me lo pide el alma, allí siempre encuentro paz, calma y esperanza. Sin Dios mi vida no tendría sentido».

Uno de los males de este tiempo es la dificultad para vivir a un ritmo más lento. Las prisas, a menudo, hacen disminuir la capacidad de observación y de escucha. Y esto es precisamente lo que ofrecen las religiosas agustinas, que viven en un entorno privilegiado «como comunidad de mujeres que viven felices su vocación religiosa desde la espiritualidad agustiniana y desean ser un signo sencillo de la Presencia de Dios, que nos ofrece paz, esperanza y sentido en la vivencia de lo cotidiano».

A tenor de lo que cuentan quienes las conocen, lo consiguen. Otra de las mujeres que acude con frecuencia a la hospedería, explica que descubrió la capilla de las MM. Agustinas en un momento en el que solo quería esconderse del mundo y sentirse acompañada únicamente por el Señor: «Poco a poco, con el silencio y el respeto de cada persona que he conocido aquí (hermanas, religiosos y otros fieles), voy teniendo la serenidad y humildad para aceptar mi historia personal».

«Con nuestra vida de oración y trabajo -cuenta la hermana Cecilia- presentamos al Señor las inquietudes y anhelos de los hombres y mujeres de hoy, acogiéndolos en nuestro corazón y compartiendo, con quien lo desea, la Liturgia y nuestras experiencias de fe».

La hospedería está abierta a personas en búsqueda, que desean profundizar en su vida. Ofrecen también un espacio para Retiros de Grupos Parroquiales y Movimientos. Este intercambio les permite conocer la realidad y supone un enriquecimiento mutuo. «Las mujeres que frecuentan nuestra capilla son mujeres de fe, generosas; entregadas a sus familias y a su trabajo, que buscan la unidad y armonía en la convivencia, y alimentan su amor en la Eucaristía y la oración», señalan.

Paz

Las agustinas contemplativas del Monasterio San Alonso de Orozco (Madrid), atienden a niños menores de tres años en la Escuela Infantil, situada en el interior del propio monasterio. Una tarea intensa y, a ratos, hasta bulliciosa, que se aleja bastante de la imagen silenciosa que muchos puedan tener de la rutina en una comunidad religiosa de este tipo.

«En los encuentros diarios con las familias -afirma Sor Patricia Lázaro, una de las religiosas agustinas de la comunidad- percibimos en las madres cómo el peso de la responsabilidad les llega a resultar estresante, generando culpa o sentimientos de impotencia por no llegar a todo, especialmente a tener más presencia en la vida familiar».

Ofrecer un espacio de cuidado de los niños que les aporte la seguridad de que están bien atendidos de forma integral, aporta paz al día a día des estas mujeres; y también escucha: «A veces sólo la pregunta, ¿cómo estás?, abre la posibilidad para dar un minuto de parón e introspección que te hace llevar el día de forma diferente. Por otro lado, la certeza de que Dios, en el centro de cada relación, es el garante de todo amor expresado con o sin palabras es algo que, compartido, trae una perspectiva diferente que da seguridad y comprensión nuevas a cada relación».

Sor Patricia menciona cómo el ritmo del día a día, a veces genera la sensación de estar apagando fuegos permanentemente, descuidando la atención a lo esencial. «El encuentro con cada mamá que llega a la escuela es enormemente enriquecedor porque nos aporta una mirada diferente y complementaria a nuestro ser mujer y ser consagradas», explica.

Verdad

Desde el Monasterio Santa María de Gracia, de Huelva, Sor María de la Eucaristía menciona la confusión sobre la propia identidad y la vocación personal que percibe, en ocasiones, en las chicas jóvenes y las mujeres con las que se relaciona, desde su actividad en el Colegio que las MM. Agustinas tienen en Huelva.

«Me siento plenamente feliz y realizada como mujer», afirma Sor María, que recuerda con cariño cómo descubrió su vocación: «Viendo a mis monjas que se amaban, que manchaban las punteras de sus zapatos al estar rezando de rodillas antes de venir a darnos lo mejor: su cariño, su trabajo y su entrega».

«En mi día a día he conocido madres que son plenamente mujeres aunando en su corazón la fecundidad y el amor oblativo -añade-; he conocido y conozco jóvenes (algunas, felizmente, alumnas mías) que, entrando en la vida religiosa, son plenamente mujeres y, por el amor oblativo, viven la fecundidad del espíritu. Sin embargo veo que hoy se van eclipsando y confundiendo estos valores. Hay mujeres jóvenes sin camino definido; solo reflejan el esbozo de la inmediatez».

Contracorriente, Sor María aprecia también una generación de jóvenes que dejan de ser adolescentes abrazando la grandeza de quienes buscan ser, sencilla, pero luminosamente, mujeres.

Y como ha sucedido siempre, subraya emocionada esta agustina, «en esa encrucijada está Él, Jesús, mirando a sus ojos y diciendo las palabras más bonitas: ¡Sígueme!”.

Hondura espiritual

El Monasterio de La Conversión en el municipio abulense de Sotillo de la Adrada está ubicado en un entorno privilegiado para la oración y el contacto con la creación. Allí vive, con el resto de la comunidad de religiosas agustinas, la hermana Carolina Blázquez, que en el contexto del Día de la Mujer, subraya la peculiaridad del genio femenino en relación con la escucha, la acogida, la manera de acompañar y el modo de querer.

«Nuestro contacto con la mujer es a través de la hospedería monástica, a la que vienen personas que buscan silencio, oración litúrgica, belleza… -cuenta la hermana Carolina-. También buscan la compañía de la comunidad, de una comunidad femenina, que es como una gran madre. Valoran mucho la acogida, la calidez, la cercanía. Todo ello propio de nuestro genio femenino que da una peculiaridad a nuestro monasterio».

Esta religiosa agustina explica que tienen una consideración muy positiva de la mujer actual como responsable de la sociedad, como constructora de nuestro mundo a través de la maternidad, de su integración en el mundo laboral; la mujer de hoy es una mujer moderna, autónoma y con muchas capacidades.

«Nos damos cuenta también -añade- del fuerte sentido de la intercesión de las mujeres, que están muy marcadas por el amor a sus hijos, a sus esposos, al Señor. Cuántas mujeres nos piden oración por sus hijos, por su familia, por su matrimonio. El corazón de mujer tiene una capacidad grande de amar. Esto es algo que percibimos mucho».

La hermana Carolina subraya la hondura espiritual propia de las mujeres: «Hay una espiritualidad propia de lo femenino, una capacidad contemplativa, una capacidad de sentir el dolor del mundo. Y existe una búsqueda de algo más que no se sacia con una gran profesionalidad, un desarrollo intelectual o un compromiso familiar, sino que requiere el desarrollo de la vida espiritual».

En el contexto del Día de la Mujer, al preguntar a la hermana Carolina sobre su papel como mujeres consagradas a Dios, afirma que como comunidad de religiosas agustinas contemplativas tienen mucha conciencia de la importancia de su presencia en la Iglesia desde su condición de mujer, mostrando el rostro mariano de la Iglesia; con su capacidad de escucha, de acogida, de intercesión, de discernimiento acompañando a las personas que acuden al monasterio para reconocer y entender los signos de Dios en su vida. «La compañía de la mujer es una compañía específica. Vemos que es algo que se nos pide y que se espera de nosotras. También la propia vida de consagración despierta en nosotras este tipo de presencia, como una virginidad que alumbra una maternidad».

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