En el Evangelio sobre el pan de Vida, Jesús nos avisa que hay muchas personas que, parece que le siguen, pero solo quieren llenar su estómago. San Agustín nos ilumina sobre las personas que parecen que lo hacen todo por Dios, pero sus motivaciones no son tan buenas. No seamos nosotros como esas personas, busquemos siempre la gloria de Dios, sigamos al Hijo del hombre para llenarnos de su amor.
Pan de vida
Tras el sacramento del milagro, él añade un sermón para, si es posible, alimentar a quienes ya habían sido alimentados, y con las palabras saciar las mentes de aquellos cuyos vientres sació de pan; pero si comprenden; y, si no comprenden, para que no perezcan los fragmentos se recogerá lo que no entienden. Hable, pues, y escuchemos: Jesús les respondió y dijo: En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque visteis signos, sino porque comisteis de mis panes. Me buscáis por la carne, no por el espíritu.
¡Cuantísimos no buscan a Jesús sino para que les haga bien según el tiempo! Uno tiene un negocio, busca la intercesión de los clérigos; oprime a otro uno más poderoso, se refugia en la Iglesia; otro quiere que se intervenga a su favor ante quien el primero vale poco; uno de una manera, otro de otra; cotidianamente se llena de individuos tales la Iglesia.
Vida eterna
Apenas se busca a Jesús por Jesús. Me buscáis no porque visteis signos, sino porque comisteis de mis panes. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el que permanece para vida eterna. Me buscáis a mí por otra cosa; buscadme por mí. Por cierto, se insinúa a sí mismo como ese alimento que más adelante aclara él: El que os dará el Hijo del hombre. Creo que aguardabas comer de nuevo panes, recostarte de nuevo, saciarte de nuevo.
Pero había dicho: «No el alimento que perece, sino el que permanece para vida eterna», como se había dicho a aquella mujer samaritana «Si supieras quién te pide de beber, quizá le hubieses pedido a él y te daría agua viva», cuando ella dijo: ¿Cómo tú, si no tienes pozal y el pozo es hondo? Respondió a la samaritana: Si supieras quien te pide de beber, tú le hubieses pedido a él y te daría un agua gracias a la cual quien la bebiere no tendrá más sed, porque quien bebiere de esta agua tendrá sed de nuevo. Ella se alegró y, la que se fatigaba por el esfuerzo de sacarla, quiso recibirla como para no padecer sed corporal; y así, entre conversaciones de esta laya, llegó al pozo espiritual; también aquí sucede absolutamente de este modo.
Dios
Este alimento, pues, que no perece, sino que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, pues a éste marcó el Padre, Dios. No toméis a este Hijo del hombre como a otros hijos de hombres de quienes está dicho: En cambio, los hijos de los hombres esperarán en la protección de tus alas. Ese hijo de hombre puesto aparte por cierta gracia del Espíritu y, según la carne, hijo de hombre, retirado del número de los hombres, es el Hijo del hombre. Ese Hijo del hombre e Hijo de Dios, ese hombre es también Dios.
En otro lugar, al interrogar a los discípulos pregunta: ¿Quién dicen los hombres que soy yo, el Hijo del hombre? Y ellos: Unos que Juan, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. Y él: Vosotros, en cambio, ¿quién decís que soy yo? Respondió Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo. Él se llamó el Hijo del hombre, y Pedro lo llamó el Hijo del Dios vivo.
Comentario al evangelio de san Juan XXV, 10-11