Evangelio del X Domingo del T.O., según San Agustín

En el pasaje del evangelio de hoy parece que Jesús desprecia a su madre en beneficio de los que le siguen y escuchan sus palabras.

En el pasaje del Evangelio de este domingo parece que Jesús desprecia a su madre en beneficio de los que le siguen y escuchan sus palabras. San Agustín nos lo explican diciendo que Jesús desdeña a su madre para que quede claro que es más importante obedecer al plan divino. No es que no haya que honrar a los padres, porque es un mandamiento divino, sino que no hay que poner a los padres por encima de la obediencia a Dios porque en la fe, no hay varón ni mujer, sino cumplir la voluntad de Dios.

¿Quién es mi madre?

Mientras él decía esto a la muchedumbre, su madre y sus hermanos estaban fuera, queriendo hablar con él. Alguien se lo indicó diciéndole: Mira, tu madre y tus hermanos están fuera, quieren hablar contigo. Pero él le dijo: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo la mano hacia sus discípulos dijo: Estos son mi madre y mis hermanos, y quien haga la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Pues lo que he acabado de proponer es una cuestión con muchos entresijos y ramificaciones: cómo Cristo el Señor desdeñó a su madre sin faltar al amor filial; no a cualquier madre, sino a quien era más madre por ser madre virgen, madre a la que le otorgó la fecundidad sin privarla de la integridad; madre virgen al concebir, virgen al dar a luz, virgen perpetuamente. A una madre así desdeñó él para que no se colara el cariño a la madre y le impidiera la obra que estaba realizando. ¿Qué estaba haciendo? Hablaba a la muchedumbre, derribaba los hombres viejos, los levantaba nuevos, libertaba a las almas, desataba a los presos, iluminaba las mentes ciegas, realizaba una buena obra, actuaba y hablaba con pasión. Ocupado en todo ello, se le anunció un afecto proveniente de la carne.

La voluntad de Dios

Habéis escuchado qué respondió; ¿qué necesidad hay de repetirlo? Escúchenlo las madres para que no impidan con su afecto natural las obras buenas de sus hijos. Pues sus hijos las desdeñarán si pretenden impedírselas y si, cuando están realizándolas, irrumpen sobre ellos, de modo que, como mínimo, interrumpen lo que no puede diferirse. Me atrevo a decirlo: las desdeñarán y lo harán en virtud del afecto filial. Si fue desdeñada la Virgen María, ¿cómo va a airarse una mujer, casada o viuda, con un hijo suyo entregado de alma entera a una obra buena, razón por la que desdeña a su madre que se le pone en su camino?

Pero me vas a decir: – «Entonces, ¿comparas a mi hijo con Cristo?» – «No lo comparo a él con Cristo ni a ti con María. Cristo el Señor no condenó el cariño a la madre, pero nos dejó en sí mismo un magnífico ejemplo de cómo desdeñar a la madre en pro de una obra divina. Él enseñaba cuando hablaba, y enseñaba cuando la desdeñaba; es más, si se dignó desdeñar a su madre, fue para enseñarte a ti a desdeñar incluso al padre en pro de una obra divina».

Los ángeles se mostraron como hombres a los hombres. Abrahán dio de comer a los santos ángeles y los invitó como a hombres; no solo los vio, sino que los tocó, pues les lavó los pies. ¿Acaso tales acciones no fueron sino falsas apariencias, llevadas a cabo por ángeles? Por tanto, si un ángel pudo mostrar un verdadero aspecto humano, ¿no pudo el Señor de los ángeles hacer un hombre verdadero, al que iba a asumir, de lo que quisiera? Sin embargo, no quiso que ese hombre tuviese padre, para no venir a los hombres por medio de la concupiscencia carnal; pero aceptó que tuviese madre para que, hallándose entre los hombres, tuviese una madre y así enseñar a los hombres a desdeñarla en pro de una obra divina. Quiso asumir en sí el sexo masculino y se dignó honrar en su madre al sexo femenino.

Juntos

En efecto, al inicio de los tiempos la mujer pecó e indujo al pecado al varón, habiendo sido fraudulentamente engañados ambos cónyuges por el diablo. Si Cristo hubiera venido como varón sin encarecer el sexo femenino, las mujeres perderían la esperanza, máxime cuando por ellas cayó el varón. Por eso honró a ambos sexos, los encareció a ambos, los acogió a ambos. Nació de mujer. No perdáis la esperanza, varones, pues Cristo se dignó ser varón; no perdáis la esperanza, mujeres, pues Cristo se dignó nacer de mujer. Acudan juntos ambos sexos a la salvación traída por Cristo: venga el varón, venga la mujer; en la fe no hay varón ni mujer. Cristo, pues, te enseña a desdeñar a tus padres y a amar a tus padres.

Sermón 72 A, 3-4

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