Evangelio del V Domingo de Pascua, según San Agustín

En este domingo de Pascua leemos las palabras de Jesús en las que se compara con la Vid y Dios Padre con el labrador.

En este domingo de Pascua leemos las palabras de Jesús en las que se compara con la Vid y Dios Padre con el labrador. Jesús nos invita a que permanezcamos en Él, en su amor. Pero para estar con Él, debemos estar limpios. Jesús nos lo muestra con el ejemplo del viñador que poda los sarmientos de sus vides para que crezcan más sanas y más fuertes.

Así también nuestra vida cristiana debe ser podada para que sea fuerte. ¿Y cuál es el misterio para permaneced fuertes y limpios? Permaneced en el amor de Cristo Jesús.

Vid y sarmientos

Ese lugar evangélico, hermanos, donde el Señor dice que él es la vid y sus discípulos los sarmientos, habla en cuanto que el Mediador de Dios y hombres, Cristo Jesús hombre, es cabeza de la Iglesia y nosotros sus miembros. En efecto, de única naturaleza son la vid y los sarmientos; por lo cual, porque era Dios, de cuya naturaleza no somos, se hizo hombre para que la naturaleza humana fuese en él la vid cuyos sarmientos pudiéramos ser nosotros, los hombres.

¿Qué significa, pues, Yo soy la vid verdadera? Para añadir verdadera, ¿acaso ha relacionado esto con la vid de donde se ha tomado en sentido metafórico esa analogía? En efecto, por analogía, no en sentido propio, se le llama la Vid así como se le llama Oveja, Cordero, León, Roca, piedra angular y demás cosas por el estilo que, más bien, son verdaderas esas mismas, de las cuales se toman estas analogías, no los sentidos propios. Pero, evidentemente, cuando dice: «Yo soy la vid verdadera», se distingue de aquella a la que se dice: ¡Cómo te has vuelto amargura, vid ajena! En realidad, ¿cómo es verdadera la vid de la que se aguardaba que produjese uva y, en cambio, produjo espinas?

Yo soy, afirma, la vid verdadera, y mi Padre es el agricultor. A todo sarmiento en mí que no da fruto, lo retirará y a todo el que da fruto lo limpiará para que produzca más fruto. ¿Acaso son una única cosa agricultor y vid? Cristo, pues, es la vid según esto, según lo cual asevera: «El Padre es mayor que yo»; en cambio, en cuanto que asevera: «Yo y el Padre somos una única cosa», también él en persona es el agricultor, mas no tal cuales son quienes obrando extrínsecamente ejercen el oficio, sino tal que también interiormente da el crecimiento.

La Palabra

En realidad, ni quien planta es algo, ni quien riega, sino quien da el crecimiento, Dios. Pero, evidentemente, Cristo es Dios, porque la Palabra era Dios; por eso, él mismo y el Padre son una única cosa, y, si la Palabra se hizo carne, cosa que no era, ella sigue siendo lo que era. Por eso, tras haber dicho acerca del Padre, como acerca de un agricultor, que retira los sarmientos infructuosos y, en cambio, limpia los fructuosos para que produzcan más fruto, al instante, para mostrarse a sí mismo como limpiador de los sarmientos, afirma: Vosotros estáis ya limpios a causa de la palabra que os he dicho.

En efecto, si no estuviesen limpios, no habrían podido producir fruto; y a todo el que da fruto el Agricultor lo limpia para que produzca más fruto. Da fruto porque está limpio y, para que produzca más fruto, es limpiado aún. Efectivamente, ¿quién está tan limpio que no haya de ser limpiado más y más en esta vida donde, si dijéremos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros?; ¿si, en cambio, hubiésemos confesado nuestros pecados, es fiel y justo para perdonarnos los pecados y limpiarnos de toda iniquidad? Evidentemente, limpie a los limpios, esto es, fructuosos, para que sean tanto más fructuosos cuanto más limpios.

Comentario al evangelio de San Juan 80, 1-2

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