Cerca de cuatrocientas personas procedentes de distintas parroquias, colegios y comunidades agustinas de la Provincia de San Juan de Sahagún en España, han participado el pasado fin de semana en la tradicional Marcha Mariana al Monasterio agustino de Santa María de La Vid, en Burgos. Es la edición número 36 de esta actividad pastoral en la que participan familias enteras y que, en esta ocasión, ha llevado como lema «Contigo somos ternura y amor».
«Como siempre, ha sido una gozada poder compartir con amigos de distintos puntos de España un día de comunidad fraterna, acompañando a la Virgen en su recorrido desde Peñaranda de Duero hasta su lugar de origen, el Monasterio de La Vid«, señala la familia López-Puente.
La Marcha Mariana es una propuesta pastoral que surgió en la antigua Provincia agustina de España, y que se ha llevado a cabo de forma ininterrumpida durante todo este tiempo, incluso cuando la pandemia, año en el que se hizo telemáticamente.
Esta pequeña peregrinación está llena de momentos entrañables, que comienzan con el encuentro de todos los participantes a las 10:30 horas en la plaza de Peñaranda, lugar al que llegaron el sábado participantes desde Santander, Valladolid, Bilbao o Madrid, entre otro sitios. «Es precioso ver los abrazos y los gestos de cariño que tienen unos con otros».
En un primer momento, todos los peregrinos rezan a la Virgen dentro de la iglesia del pueblo, donde está la Virgen de los Remedios. A continuación, comienza la peregrinación con la imagen de La Vid en andas por las calles de Peñaranda, parando a saludar a las religiosas del Monasterio de las Franciscanas Concepcionistas. Son religiosas muy mayores que agradecen cada año esta visita, respondiendo también con un saludo desde la azotea, manifestación del cariño y el hermanamiento espiritual con los PP. Agustinos.
Caminar junto a la Virgen
La marcha propiamente dicha, transcurre haciendo camino junto a la Virgen, mientras se reza el rosario. Cada misterio lo dirige una comunidad, parroquia o colegio distinto, que, con devoción reza a Ntra. Señora de La Vid.
Es un momento en el que se ve la emoción en los rostros de las personas que le abren su corazón a la Virgen, dándole gracias y pidiéndole por personas e intenciones concretas. También los niños tienen la posibilidad de rezar y pedirle cosas a la Virgen.
Entre ellos estaban los tres hijos de la Familia Alaejos-Sáez, que cada año bloquean en el calendario el primer fin de semana de junio para participar en esta actividad. Antiguos alumnos del Colegio Ntra. Sra. del Buen Consejo de Madrid, tienen muy buenos recuerdos de cuando participaban con sus padres y ahora quieren que sus hijos tenga la misma experiencia que ellos vivieron de niños.
La familia López-Puente explica que al llegar la imagen al Monasterio de La Vid, – ya desde lejos se ve la espadaña tan característica -, la Virgen deja su carrito de ruedas y pasa a hombros de los peregrinos para hacer los últimos metros caminando: «Al entrar en la iglesia del Monasterio, la imagen majestuosa y original de Ntra. Sra. de La Vid, espera y sonríe a cada uno de los peregrinos, guardando en su corazón todas la intenciones de los que hasta aquí hemos llegado».
Compartir comida y Eucaristía
Después de recibir el saludo de bienvenida del Prior del Monasterio, P. Agustín Alcalde, y de rezar juntos la salve, llega el momento de la comida en el recinto del Monasterio, compartiendo por grupos los alimentos traídos desde casa. A partir de las 16:30 horas las confesiones y, a continuación, la celebración de la Eucaristía que, en esta ocasión, coincidió con la solemnidad del Corpus Christi. En la homilía el mensaje fue muy claro: tenemos que estar allí donde nos necesiten, salir de nuestra zona de confort y comprometernos con el bien común.
Una jornada redonda en la que, además de compartir la fe, se cultivan valores tan agustinianos como la amista y la comunidad, y en la que siempre suceden lo que Marisa Puente denomina PEMICOS (pequeños milagros cotidianos): «Un chico joven me contó que era la primera vez que venía a la marcha y nos dijo que hacía 8 años que no se confesaba. Con su boda en un horizonte muy cercano, decidió que era una gran ocasión para hacerlo. Este gesto me conmovió y me hizo recordar que no hay nada imposible para Dios, cuando vamos de la mano de la Virgen».