Dios nos ama y nos quiere felices, que tengamos una vida buena, agradable y perfecta (cf. Rom 12,2).
La vocación a ser persona y cristiano se puede vivir desde diferentes estados de vida o caminos vocacionales: laicos (matrimonios o solteros), religiosos (vida activa o contemplativa), sacerdotes (diocesano o religioso).
Toda vocación es un don de Dios. Es Él el que llama, quien vocaciona. No es uno que escoge la vocación que desea. Y Él elige a quien quiere y porque quiere. Pero Dios no te convierte en marionetas, sino que nos quiere y nos valora, confiándonos y llamándonos a una determinada vocación. Y, sobre todo, porque nos quiere felices. Y Él nunca defrauda.
De ahí surge la necesidad de ponerse a la escucha de la voz de Dios, de preguntarse: ¿qué quiere Dios de mí?
Dios ha llamado y llama a personas a seguirle, con radicalidad, en la vida religiosa agustiniana. También te puede llamar a ti. Escucha tu interior, responde a tu inquietud…