Rápida evocación del Papa Francisco en su fallecimiento

En una evocación del pontificado del Papa Francisco hay que mencionar algunos aspectos sumamente novedosos.

En una evocación del pontificado del Papa Francisco, por rápida que sea tras su desaparición, no cuesta reconocer aspectos sumamente novedosos que han significado de hecho innovaciones, puestas al día necesarias en la Iglesia según la conciencia que esta tiene de sí. Una labor que él ha acometido con decisión, sabiendo de la oposición que encontraba en ciertos sectores de la Iglesia, también en el estamento jerárquico, muy minoritarios pero muy beligerantes.

En un recuento rápido se deben señalar como actuaciones muy positivas la denuncia del clericalismo en la Iglesia y las concretas medidas de desclericalización, así como la promoción decidida del papel de la mujer en la Iglesia.

Recordemos el nombramiento de mujeres en actividades y funciones de gobierno de la Iglesia de alto nivel como la secretaría del Sínodo de obispos, la presidencia de un Dicasterio de la Santa Sede, la gobernación del Estado Vaticano; la prosecución decidida de la lucha contra los abusos sexuales en la Iglesia y la promoción de procedimientos de prevención; un nueva reforma de la Curia vaticana (Constitución apostólica Praedicatae evangelium).

Ministerio de Pedro

Sobre esta mención que se podría alargar, quiero abordar con más detalle cuatro aspectos del pontificado de Francisco, sin que considerarlos así signifique necesariamente que cualquiera de ellos sea de mayor importancia de los que he citado. En primer lugar, en cuanto a forma o estilo general, la clara desacralización del ministerio de Pedro.

De muchos modos, Francisco ha llevado a cabo esta operación desde el modo de vestirse (en lo que permite la sotana blanca de papa), de moverse, de comunicarse, dejando atrás formas, aún remanentes, que conferían un halo sagrado que no es propio de quien está llamado a presidir a las iglesias en la verdad y la caridad.

En esa línea, ha proseguido la actuación de S. Juan Pablo II de prescindir del título Vicario de Cristo (que la Comisión Teológica Internacional declaró en su día no propio del obispo de Roma) para ser, como se designaba Benedicto XVI, “Sucesor de Pedro”.

Espontaneidad

Muy unido el aspecto anterior, es muy destacable la comunicación directa, viva, espontánea, en los gestos y las palabras, del Papa Francisco, su lenguaje llano – a algunos les habrá parecido demasiado simple – con el cual ha acuñado un puñado de fórmulas que han tenido un eco amplio en toda la Iglesia.

Expresiones como “Iglesia en salida”, “conversión pastoral”, “ir a las periferias”, “pastores con olor a oveja”, venidas del Papa argentino están presentes hoy en el lenguaje eclesial en todas las partes del mundo. Otras menos frecuentes como “Dios primerea”, “mundanidad espiritual” o “pirámide invertida” han tenido resonancia en la reflexión teológica.

Es evidente que estas fórmulas, en su simplicidad, expresan determinadas concepciones de la vida cristiana o de la realidad eclesial que Francisco ha transmitido a toda la Iglesia y que habría que explorar adecuadamente.

Opción preferencial por los pobres

La opción preferencial por los pobres, que mucha resistencia encontró décadas atrás en varios entornos eclesiales no obstante el firme magisterio al respecto de San Juan Pablo II, ha sido asumida con tal decisión y naturalidad por el Papa Francisco que ya, al menos en la manifestación externa, parece difícilmente recusable.

Quien se acerque a documentos de importancia, desde la programática Evangelii Gaudium (p. ej., nn. 197-201) hasta la última encíclica de octubre de 2024, Dilexit nos (nº 213) encontrará formulado sin ambages el especial encuentro del cristiano, de toda la Iglesia, con Jesucristo en el encuentro con los más pobres y necesitados.

Es claro que a estas enseñanzas han correspondido, en la actuación de Francisco, tantos gestos y decisiones organizativas en la Iglesia orientándola de hecho a un compromiso concreto con los más necesitados.

Sinodalidad

Por último, la cuestión de singular importancia, la sinodalidad, en la que se puede reconocer una actuación muy personal del Papa Francisco. Con algunas experiencias concretas, quizá no tantas, el tema venía siendo tratado con competencia por la reflexión teológica, también en España, en los últimos 25 años.

Que fuera asumido con resolución por el gobierno de la Iglesia universal iba a ocurrir no tardando, aunque, como digo, en ello hay que apreciar la inspiración propia de Francisco. Porque, la sinodalidad, es un desarrollo sumamente natural de los conceptos fundamentales del Vaticano II sobre la Iglesia: Pueblo de Dios en comunión, que como tal camina unido, juntas todas las vocaciones, con el correspondiente dinamismo de participación.

Si el Concilio hubiera explicitado más esta su visión de la Iglesia, habría llegado a abordar la sinodalidad. En ese sentido, el Documento final del pasado Sínodo sobre la sinodalidad dirá que todo el camino sinodal se ha hecho a la luz del magisterio conciliar (nº 5).

Sobre este asunto ha habido dos iniciativas poderosas de Francisco, la primera la convocatoria de un Sínodo de obispos dedicado justamente a la sinodalidad, en el cual, además, el Sínodo mismo se desarrolló como se había estructurado de manera nueva mediante la constitución Episcopalis communio de 2018.

En medidas sumamente innovadoras, Francisco introducía en la celebración de un sínodo una fase primera, fase diocesana, de consulta a todos los fieles sobre el tema correspondiente, a fin de que el sínodo de los obispos fuera signo real de la sinodalidad de toda la Iglesia y diera voz a todo el Pueblo de Dios.

Además, según las circunstancias, podrían participar en el Sínodo otros fieles que no pertenezcan al ministerio episcopal, cuyo papel será determinado en cada ocasión por el Papa. Así, como vimos, funcionó este sínodo último. Creo con mucha seguridad que Francisco pasará a la historia como el Papa de la sinodalidad, siendo esta, desde siempre, forma natural del ser eclesial.

Gratitud

Es evidente que en el gobierno de Francisco ha habido también sombras, insuficiencias, quizá alguna contradicción. No sería el sucesor de Pedro si no fuera así, pero no cuesta reconocer en muchas actuaciones suyas el aliento del Espíritu que guía la Iglesia del Señor y ante Él darle las gracias por su servicio en la diakonía de la verdad y la caridad.

Gonzalo Tejerina Arias, OSA (Teólogo)

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