El pasado 28 de agosto, Solemnidad de San Agustín, en la Parroquia San Manuel y San Benito de Madrid, tuvo lugar la ceremonia de incorporación a la Fraternidad Agustiniana Laical de Susana Barradas, procedente de Venezuela que, desde hace ocho años, vive en el centro de Madrid.
Susana llegó a la parroquia buscando silencio. Integrarse en una ciudad nueva no es fácil y genera mucho estrés: «La iglesia me gustaba mucho y también el silencio. Entraba en ella para descansar de la tribulación diaria, del esfuerzo que me suponía la integración en España y ante lo que me sentía sobrepasada. Sentada en la iglesia encontraba tranquilidad».
«Empecé a ir los domingos a misa -explica Susana- y un día el párroco, el religioso agustino P. Modesto García Grimaldos, invitó al terminar la celebración a participar en la fraternidad. A mí, la palabra ya me llamó la atención. La idea de formar parte de una fraternidad me gustó y pensé que quizás era la mejor manera de enraizarme, que era un anhelo de mi mente y mi corazón».
Susana señala que se sentía como una planta sin raíces; que necesitaba algo que le diera fortaleza y, en la fraternidad, ha hallado lo que su corazón buscaba.
Fraternidad
Entre el grupo de hombres y mujeres de la parroquia que integran la Fraternidad Agustiniana Laical, ha encontrado un acompañamiento espiritual que ha aportado sentido a su vida: «Ahora veo claro que necesitaba una comunidad para nutrirme de las necesidades del alma -indica-, y que en ese momento no podía definir. Al entrar en la comunidad encontré cosas que me hacían mucha falta, como información y orientación para el alma».
Valores
Valores como la confianza, la honestidad, la sinceridad o la comprensión están en el día a día de las relaciones con las personas que ha conocido en el seno de la parroquia y que le aportan seguridad y fortaleza. Susana insiste en que son cosas que le hacen falta. «Empecé a encontrar todo eso en las conversaciones. Además de compartir alegría, la palabra, el conocimiento…. lo encontré tan nutritivo…», afirma.
Después de un tiempo de prueba en el que Susana ha conocido más de cerca a los demás miembros de la Fraternidad y se ha formado, ha emitido la promesa el pasado 28 de agosto, por lo que ahora ya es miembro oficial de esta comunidad de oración y de vida. Cuenta Susana que hacer la promesa le ha aportado mucha alegría: «Me sentí acogida, recibida en una familia, con una sensación de familiaridad, de la que carecía hasta ese momento».
Agradecida
Está muy agradecida a la parroquia, a la Fraternidad y a España. «He recibido mucho -cuenta emocionada-. La sensación de acogimiento es muy psicológica, muy sutil, pero que me ayuda a dar sentido a todo lo que vivo. Es una experiencia sutil pero con mucha fuerza. Sutil porque todo transcurre con normalidad, pero fuerte, porque siento que me ha cambiado la vida».
Esta mujer, natural de Venezuela, afirma que ha experimentado, tal y como explica San Agustín, que te acercas a Dios en la medida que te conoces a ti mismo.
Historia
La Fraternidad Laical de la Parroquia San Manuel y San Benito se remonta al año 1946, cuando nace como Tercera Orden Agustiniana.
Constituyen una comunidad de laicos dentro de la parroquia, comprometidos en seguir a Jesucristo y vivir su Evangelio desde la espiritualidad agustiniana.
El P. Modesto presidió la celebración del pasado 28 de agosto, Solemnidad de San Agustín, y explicó que, los miembros de la Fraternidad Agustiniana Laical están llamados a vivir una vida cristiana en consonancia con su situación en medio del mundo. Eso sí, adoptando un estilo de vida asemejado al de los religiosos, ejercitando las virtudes que se corresponden con los votos.
De esta manera, con el voto de pobreza, las virtudes de la sobriedad y la solidaridad; con el voto de obediencia, la virtud de la disponibilidad para el servicio y la ayuda; con el voto de castidad, la apertura a todos o universalidad, superados los vínculos de parentesco o de amistad natural.