Evangelio del XXV Domingo del T.O., según San Agustín: «No tengáis envidia si el salario es igual para todos« (Mt 20, 1-16)

El Evangelio habla de los trabajadores invitados a trabajar a diferentes horas, y del salario que debe recibir cada uno.

Hoy vemos cómo el Evangelio nos habla de los trabajadores invitados a trabajar a diferentes horas, y cómo algunos pensaban que les iban a pagar más, por trabajar más.

San Agustín nos recuerda bien cuál es la paga que recibiremos: que creamos a quien Dios Padre envió. No nos cansemos de trabajar y recibiremos la paga de nuestro trabajo que es recibirle a Él mismo.

Realizad lo que habéis oído

Pensad que sois vosotros quienes habéis sido contratados para trabajar en ella. 

Los que vinieron siendo aún niños, considérense los contratados a primera hora; los que vinieron en su adolescencia, a la hora de tercia; los que vinieron en su madurez, a la de sexta; los ya entrados en años, a la de nona, y los que eran ya ancianos, a la hora undécima.

No os importe la hora en que fuisteis contratados. Mirad la tarea que realizáis; esperad seguros el salario. Y si consideráis quién es vuestro amo, no tengáis envidia si el salario es igual para todos. Sabéis cuál es la tarea, pero lo recordaré. Escuchad lo que ya sabéis y realizad lo que habéis oído.

Justicia

Dije que la tarea que Dios confía es la justicia. Preguntado el amo Jesús cuál era la tarea que Dios ordenaba hacer, respondió: Esta es la tarea asignada por Dios: que creáis en quien él envió. Hubiera podido decir: la justicia es la tarea asignada por Dios. ¿Me he atrevido entonces yo, un contratado, a emprender algo contra la voluntad del amo? Si la tarea asignada por Dios es la justicia -como yo dije-, ¿cómo va a ser lo que dijo el amo, esto es, que se crea en él, a no ser que la justicia misma consista en creer en él? «Pero he aquí que -dices- hemos oído al Señor: Esta es la tarea asignada por Dios: que creamos en él. Hemos escuchado de tu boca que la tarea asignada por Dios es la justicia; demuéstranos que creer en Cristo es la justicia. A mí me lo parece; puesto que ya estoy respondiendo a quien busca y desea cosas justas, ¿te parece a ti que creer en Cristo no es la justicia? ¿Qué es, entonces? Da un nombre a esta tarea».

Fe

Sin duda alguna, si ponderas bien lo que has escuchado, has de responderme: «A eso se llama fe; creer en Cristo se llama fe». Acepto lo que afirmas, esto es, que creer en Cristo recibe el nombre de fe. Escucha también tú otro pasaje de la Escritura: el justo vive de la fe. Obrad la justicia: creed: el justo vive de la fe. Es difícil que viva mal quien cree bien. Creed de todo corazón, creed sin cojear, sin dudar, sin argumentar con sospechas humanas contra la fe misma. Se llama fe porque se realiza lo que se dice. Cuando se pronuncia la palabra fides (fe) suenan dos sílabas. La primera viene de hacer; la segunda, de decir. Te pregunto si crees. Dices: «Creo». Haz lo que dices y ya está la fe. Yo puedo oír la voz del que responde, mas no puedo ver el corazón del que cree. ¿Pero acaso lo contraté para que trabajara en la viña yo, que no puedo ver el corazón? No soy yo quien lo contrata, ni quien le asigna la tarea, ni quien le prepara un denario como salario. Soy un obrero como vosotros; me fatigo en la viña según las fuerzas que él tiene a bien darme. Con qué intención trabajo lo ve quien me contrató. Me importa muy poco -dice el Apóstol- que me juzguéis vosotros. También vosotros podéis oír mi voz, pero no penetrar en mi corazón. Presentemos todos nuestro corazón a Dios, para que lo vea, y realicemos la tarea con ilusión. No ofendamos a quien nos contrata, para recibir con la frente alta el salario.

Sermón 49, 2

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