Evangelio del XIV Domingo del T.O., según San : «No es duro ni pesado lo que manda el que ayuda a hacer lo que manda« (Mt 11, 25-30)

En el Evangelio del domingo se plantea la dificultad de seguir el camino de Jesús. San Agustín invita a que miremos bien por dónde caminamos.

Muchas veces nos decantamos por el camino que vemos cómodo o más fácil. Sin embargo, ir por ese camino no siempre es lo mejor.

Por eso, San Agustín nos invita a que miremos bien por dónde caminamos. A veces el camino de Jesucristo nos resulta duro y difícil de seguir. Hay que mirar a dónde nos conduce.

El camino de Jesús no es duro porque Él mismo se da, Él mismo nos da su fuerza y nos ayuda a caminar por él. Pero no significa que no tengamos que renunciar a nosotros, a nuestros egoísmos, a lo que nos aleja del amor de Dios y de los demás.

Tenemos que cargar con nuestra cruz y seguirle, dándonos cuenta que algunas veces la cruz podemos ser nosotros mismos si no centramos bien nuestro amor.

Negarse a sí mismo

Duro y pesado parece el precepto del Señor según el cual quien quiera seguirle ha de negarse a sí mismo. Pero no es duro ni pesado lo que manda el que ayuda a hacer lo que manda. Pues también es cierto lo que se le dice en el salmo: Por las palabras de tus labios he seguido ásperos caminos. Y es verdadero también lo que dijo él mismo: Mi yugo es suave y mi carga ligera. La caridad convierte en suave lo que los preceptos tienen de duro. Sabemos qué grandes cosas hace el amor. Con frecuencia este amor es reprobable y lascivo: ¡cuántas calamidades han sufrido los hombres, por cuántas deshonras han tenido que pasar y tolerar para llegar al objeto de su amor!

Es igual que se trate de un amante del dinero, es decir, de un avaro; o de un amante de cargos públicos, es decir, de un ambicioso; o de un amante de los cuerpos hermosos, es decir, de un lascivo. Pero, ¿quién puede enumerar todos los amores? Considerad, sin embargo, cuánto se fatigan todos los amantes y, no obstante, no sienten la fatiga; y más fatigas asumen cuando alguien les impide sufrir esas mismas fatigas. Si, pues, la mayor parte de los hombres son como son sus amores, de ninguna otra cosa debe uno preocuparse en la vida sino de elegir lo que ha de amar. ¿De qué te extrañas de que el que ama a Cristo y quiere seguirlo, por fuerza del mismo amor se niegue a sí mismo? Pues si, amándose a sí mismo, el hombre se pierde, negándose a sí mismo, se reencuentra al instante.

Perderse

El hombre se perdió por primera vez a causa del amor a sí mismo. Pues si no se hubiese amado y hubiese antepuesto a Dios a sí mismo, hubiese querido estar siempre sometido a Dios; no se hubiese inclinado a hacer su propia voluntad descuidando la de él. Amarse a uno mismo no consiste en otra cosa que en querer hacer la propia voluntad. Antepón a estas cosas la voluntad de Dios; aprende a amarte no amándote. Pues para que sepáis que es un vicio amarse, dice así el Apóstol: Habrá hombres amantes de sí mismos. Y quien se ama a sí mismo, ¿acaso confía en sí mismo?

Sígueme

Los que buscáis la cima más alta, ¿podéis beber el cáliz de la humildad? Por eso no dice simplemente: Niéguese a sí mismo y sígame, sino que añade: Tome su cruz y sígame. ¿Qué significa tome su cruz? Soporte lo que le sea molesto: sígame así. Cuando comience a seguirme en mis costumbres y preceptos, muchos le llevarán la contraria, muchos se lo impedirán, muchos le disuadirán, y esto de entre los que figuran como compañeros de viaje de Cristo. Al lado de Cristo caminaban quienes prohibían gritar a los ciegos. Por tanto, si quieres seguirle, convierte en cruz tanto las amenazas como los halagos o cualquier clase de prohibiciones; tolérala, sopórtala y no sucumbas.

Sermón 96, 1.4

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