San Agustín al comentar el pasaje de la expulsión de los vendedores del templo, se fija en el flagelo con el que Jesús expulsó a los vendedores. Este flagelo que usa es el que luego le flagelará a Él, el flagelo de nuestros pecados, de nuestras indiferencias, del querer encubrir nuestras faltas con otras faltas, con otros pecados.
Por eso, debemos tener cuidado porque al caer en una falta, sino la reconocemos, sino nos arrepentimos, podemos seguir añadiendo más peso, más faltas a nuestro pecado. Y un pecado grande, para San Agustín, es el ir a la iglesia y busca el propio beneficio, no la buscar la gloria de Dios. Debemos dejar redimirnos con la sangre salvadora de Jesús.
Pecados
Sin embargo, hermanos, pues tampoco Jesús les tuvo consideración -quien había de ser flagelado por ellos los flageló el primero-, digo: nos muestra cierto signo, porque hizo un látigo de cuerdas y con él flageló a los indisciplinados que hacían del templo de Dios una empresa comercial. El hecho es que cada uno se ha tejido con sus pecados una soga. Un profeta dice: ¡Ay de quienes arrastran los pecados como soga larga! ¿Quién hace una soga larga? Quien a un pecado agrega otro pecado. ¿Cómo se agregan pecados a pecados?
Cuando unos pecados cubren los pecados que se han cometido. Alguien ha cometido un hurto; para que no se descubra que lo ha cometido, busca a un adivino. Bastaría haber cometido el hurto; ¿por qué quieres añadir pecado a pecado? He ahí dos pecados. Cuando el obispo te prohíbe acudir al astrólogo, injurias al obispo; he ahí tres pecados. Cuando oyes: «Échalo fuera de la Iglesia», dices: «Me paso al partido de Donato». He ahí que añades el cuarto. Crece la soga; teme a la soga. Bueno es para ti que, a partir del instante en que eres flagelado, te corrijas, para que al final no se diga: Atadle pies y manos y arrojadlo a las tinieblas exteriores.
Efectivamente, sujetan a cada uno las trabas de sus pecados. El Señor dice lo primero, otra Escritura lo segundo, pero una y otra cosa dice el Señor. Por sus pecados son ligados los hombres y enviados a las tinieblas exteriores.
Y, para que busquemos el misterio de lo hecho en figura, ¿quiénes son los que venden bueyes?, ¿quiénes son los que venden ovejas y palomas? Son esos mismos que en la Iglesia buscan lo suyo, no lo de Jesucristo. Por deshonesto tienen todo quienes no quieren ser redimidos; no quieren ser comprados, mas quieren vender.
Redimidos
En efecto, es bueno para ellos que los redima la sangre de Cristo para que lleguen a la paz de Cristo. ¿Qué aprovecha, en efecto, adquirir en este mundo cualquier cosa temporal y transitoria, ora sea dinero, ora sea el placer del vientre y el gaznate, ora sea el honor en la alabanza humana? ¿Acaso todo no es humo y viento? ¿Acaso no pasa todo y corre? Y ¡ay de quienes se hubiesen adherido a lo pasajero, porque pasan juntamente! ¿Acaso no es todo una corriente precipitada que corre al mar? Y ¡ay quien hubiese caído, porque será arrastrado al mar! Debemos, pues, mantener todos los afectos lejos de tales concupiscencias.
Comentario al evangelio de san Juan 10, 5-6