Domingo de la Sagrada Familia, según San Agustín

En esta fiesta de la Sagrada Familia vemos como la Palabra Dios, Jesús nacido en la carne, vive bajo la autoridad de sus padres. En la Sagrada Familia vemos encarnados las mejores virtudes cristianas, la amabilidad, la humidad, el servicio a los demás. Y así también nos enseña cómo Jesús es hijo de María y de José sin dejar esa cercanía de Dios Padre. También nosotros tenemos que aprender a vivir en esa relación cercana con Dios, como nos enseña Jesucristo.

Ved de qué manera. Cuando tenía doce años en cuanto hombre, el Señor Jesucristo que en cuanto Dios es anterior y exterior al tiempo, separándose de sus padres, se quedó en el templo discutiendo con los ancianos, que se admiraban de su enseñanza. Los padres, al regresar de Jerusalén, lo buscaron en la caravana, es decir, entre los que caminaban con ellos; al no encontrarlo, llenos de preocupación, volvieron a Jerusalén, donde le hallaron discutiendo con los ancianos en el templo. Todo ello cuando tenía solo doce años, según indiqué.

La Palabra

Mas ¿por qué extrañarse de ello? La Palabra de Dios nunca calla, pero no siempre se le escucha. Lo hallan en el templo, y su madre le dice: ¿Por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, angustiados, te estábamos buscando. Y él responde: ¿No sabíais que conviene que yo me ocupe de las cosas de mi Padre? Dijo esto porque, en cuanto Hijo de Dios, estaba en el templo de Dios. Aquel templo, en efecto, no era de José, sino de Dios. «He aquí —dirá alguien— que admitió no ser hijo de José».

Considerando la escasez de tiempo, prestad atención, hermanos, con un poco más de paciencia, la que baste para concluir el sermón. Cuando le dijo María: Tu padre y yo, angustiados, te estábamos buscando, él contestó: ¿No sabíais que conviene que yo me ocupe de las cosas de mi Padre? Aunque era hijo de ellos, no quería serlo en forma que excluyese el ser Hijo de Dios. Hijo de Dios, en efecto; Hijo de Dios desde siempre, el que los creó a ellos mismos. En cambio, en cuanto Hijo del hombre nacido en el tiempo de una virgen, sin semen marital, los tenía a ambos como padres. ¿Cómo lo probamos? Ya lo dijo María: Tu padre y yo, angustiados, te estábamos buscando.

Humildad

Ante todo, hermanos, y pensando en la instrucción de las mujeres, nuestras hermanas, no hay que pasar por alto la modestia tan santa de la Virgen María. Había dado a luz a Cristo, un ángel se había acercado a ella y le había comunicado: He aquí que concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande y se llamará Hijo del Altísimo.

Aunque había merecido alumbrar al Hijo del Altísimo, era muy humilde; ni siquiera antepuso su nombre al del marido. No dice: «Yo y tu padre», sino: Tu padre y yo. No tuvo en cuenta la dignidad de su seno, sino la jerarquía conyugal. Nunca el humilde Cristo hubiese enseñado a su madre a ensoberbecerse. Tu padre y yo, angustiados, te estábamos buscando. Tu padre —dice— y yo, porque la cabeza de la mujer es el varón. ¡Cuánto menos deben enorgullecerse las demás mujeres!

Sermón 51, 17-18

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