ue éste el motivo que llevó al Sínodo sobre la Vida Religiosa a exhortar insistentemente a las personas consagradas a que asuman con renovada entrega la misión educativa, allí donde sea posible, con escuelas de todo tipo y nivel, con Universidades e Institutos Superiores. “Haciendo mía la indicación sinodal, invito a todos los miembros de los Institutos que se dedican a la educación a que sean fieles a su carisma originario y a sus tradiciones, conscientes de que el amor preferencial por los pobres tiene una singular aplicación en la elección de los medios adecuados para liberar a los hombres de esa grave miseria que es la falta de formación cultural y religiosa” (Vita Consecrata, págs. 179-80).
Ahora que las vocaciones religiosas son muy escasas en Europa y que los que estamos aquí somos cada vez menos y más viejos, puede asaltarnos fácilmente la tentación de abandonar los tradicionales campos de trabajo y dedicar todas nuestras fuerzas vivas a la evangelización del Tercer Mundo, puesto que allí es más fácil obtener nuevas vocaciones.
Es urgente impulsar y ampliar la pastoral vocacional y es razonable buscar las vocaciones preferentemente allí donde es más probable conseguirlas, pero también sería un gravísimo error abandonar la pastoral de la enseñanza y del estudio.
La pastoral de la enseñanza es hoy mucho más difícil que en tiempos anteriores, pero también es mucho más necesaria.
Hoy día nuestros alumnos llegan a la escuela anémicos de cultura evangélica. Las familias jóvenes, en Europa, no educan religiosamente a sus niños, y si no les educamos religiosamente en los colegios, no van a recibir nunca educación religiosa alguna. Serán personas mayores sin cultura religiosa y, por supuesto, sin práctica religiosa.