QUIÉNES SOMOS

Espiritualidad

Carisma y valores

Seguimiento a Jesucristo

Para San Agustín, Jesucristo debe ser el centro de toda vida cristiana. En Él encontramos el sentido de la vida y a Él debemos estar siempre unidos.

“La norma fundamental de la vida religiosa es el seguimiento a Cristo, que nos impulsa al amor según nuestra personal consagración.” (Const. 17)

Vida común

San Agustín nos convoca para buscar a Dios en comunidad. No es una mera compañía en nuestra vida, ni una distribución de servicios y habilidades, sino una base sólida para guiarnos firmes hacia Dios.

“La comunidad es el eje en torno al cual gira la vida religiosa agustiniana: comunidad de hermanos que viven unánimes en la casa, teniendo una sola alma y un solo corazón, buscando juntos a Dios y dispuestos a servir a la Iglesia.” (Const. 26)

Amistad

La amistad es una forma de concreción del amor. Puede llegar a ser auténtico “amor de alma a alma”. De hecho, San Agustín concibe que se pueden fundir varias almas en una sola. Esto no significa unidad en los gustos, los sentimientos, los proyectos, las opiniones…, sino unidad en el ser. La buena amistad contribuye a la felicidad, es un don precioso de la vida. La amistad es uno de los aspectos fundamentales para aprender la gratuidad del amor y constituye un pilar básico del ser humano y su felicidad.

“Aquí existen dos cosas necesarias: la salud y un buen amigo” (Sermón Dennis 16,1). “No hay amistad verdadera sino entre aquellos a quienes Tú aglutinas entre sí por medio de la caridad.” (Conf. 4,4,7).

“El fin de la Orden consiste en que, unidos concordemente en fraternidad y amistad espiritual, busquemos y honremos a Dios, y trabajemos al servicio de su pueblo.” (Const. 13).

Búsqueda

San Agustín pasa casi toda su vida en búsqueda de la verdad. Su inquietud no cesa hasta comprender que Dios es la Verdad que buscaba y, desde ese momento, consagra su vida a la contemplación y la vida en comunidad. Buscar la verdad juntos nos facilita el camino.

“Si la verdad es el objeto de las aspiraciones de todos los hombres, no puede ser coto cerrado de ninguno de ellos. La verdad no es mía ni tuya para que pueda ser tuya y mía” (Com. a los Salmos 103,2,11).

“Nuestra principal dedicación común es buscar a Dios sin límites, ya que sin límites debe ser amado.” (Const. 22)

Interioridad

La interioridad permite apreciar lo que nos rodea, aceptar las propias limitaciones, encontrarnos con los demás, superar las adversidades y buscar la verdad. Permite conocerse a sí mismo y conocer mejor a Dios, que reside en nosotros.

“No te desparrames. Concéntrate en tu intimidad. La Verdad reside en el hombre interior.” (La verdadera religión 39,72).

“A través del camino de la interioridad se adquiere el conocimiento y el amor de Dios y del Él nos hacemos partícipes. Es, por tanto, necesario que nos volvamos siempre a nosotros mismos y, entrando en nuestro interior, pongamos todo el esfuerzo en perfeccionar el corazón para que, orando con deseo ininterrumpido, lleguemos a Dios.” (Const. 23).

Inquietud

San Agustín vivió en su vida la experiencia de la “inquietud”, buscando incansablemente la Verdad-Dios, con un corazón insaciable e inquieto. El Papa Francisco propuso a los Agustinos mantener viva en nuestra vida tres inquietudes: la inquietud de la búsqueda espiritual, la inquietud del encuentro personal con Dios y la inquietud del amor al hermano concreto, que está junto a nosotros (Homilía al 184 Capítulo General OSA, 2013).

“Consciente e inconscientemente, tendemos de modo continuo e insaciable a Dios para gozar del bien infinito con que se sacie nuestro deseo de felicidad, porque nos hizo para Él y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Él.” (Const. 22)

Amor y servicio a la Iglesia

San Agustín pide una total disponibilidad para servir a la Iglesia en sus necesidades: “Si la madre Iglesia reclama vuestro concurso, no os lancéis a trabajar con orgullo ávido ni huyáis del trabajo con torpe desidia. Obedeced a Dios con humilde corazón, llevando con mansedumbre a quien os gobierna a vosotros. El que dirige a los mansos en el juicio, enseñará a los humildes sus caminos. No antepongáis vuestra contemplación a las necesidades de la Iglesia” (Ep 48,2)

“Siguiendo las huellas de san Agustín, el amor a la Iglesia nos lleva a mostrarle una total disponibilidad para socorrerla en sus necesidades, aceptando con prontitud las tareas que nos pide, según el carisma de la Orden.” (Const. 35)

Abiertos al mundo

Hay personas cerca de nosotros que sufren por diversas circunstancias. No podemos estar al margen de su sufrimiento, sino que debemos hacerlo nuestro y conducir nuestros pasos comprometiéndonos con los más desfavorecidos. La solidaridad es manifestación de la caridad que debemos practicar como cristianos, pero no pretende tan sólo ayudar, sino que supone asumir el sufrimiento y tratar de sofocarlo.

“Estando abiertos al mundo nos sentimos solidarios con toda la familia humana e implicados en sus avatares, atentos sobre todo a las necesidades de los más pobres y de los que padecen gravísimos males.” (Const. 35)

Testimonio

San Agustín exhorta siempre a dar testimonio de auténtica vida cristiana. No basta la palabra, sino que hay que hacerlo también con el ejemplo de vida:

“Seguid, pues, vuestra carrera y perseverad corriendo hasta la meta; y con el ejemplo de vuestra vida y con la palabra de vuestra exhortación arrastrad en vuestra carrera a cuantos podáis.” (BV 23,28).

“Mediante la vida y el trabajo comunicamos a otros lo que Dios se ha dignado obrar en nosotros y en nuestra comunidad.” (Const. 38)

Consagrados a Dios

Los religiosos nos comprometemos a seguir más de cerca a Jesucristo consagrando nuestra vida, al servicio de Dios y del pueblo, en comunidad.

“Para lograr lo que nos proponemos, es necesario poner siempre en primer lugar la consagración a Dios por medio de los votos religiosos, de donde proceden, como de su fuente, la vida común y la actividad apostólica.”
(Const. 14a)