Hoy igual que pasó en tiempos de Jesús, sus seguidores seguimos buscando privilegios, puestos de honor para poder destacar y ser grandes a los ojos del mundo. Pero ese no es el camino de Jesús. En este Evangelio (Mc 10, 35-45), Él nos anima a compartir su mismo camino, camino de entrega, de amor, muchas veces de sufrimiento. Camino que pasa siempre por la cruz. Por eso, San Agustín nos invita a no avergonzarnos de la cruz de Cristo. No podemos seguirle por otro camino.
Si en el bautismo nos hicieron la señal de la cruz, es porque es el signo que mejor recoge la vida y las palabras de Jesús. Si él entregó la vida en la cruz, ¿cómo pensamos que podemos llegar a él por caminos de gloria? Si eso hicieron con el árbol verde, ¿qué no harán con el seco?
Privilegios
“Escuchaste en el Evangelio a los hijos del Zebedeo. Buscaban un lugar de privilegio, al pedir que uno de ellos se sentase a la derecha de tan gran Padre y otro a la izquierda. De privilegio sin duda y muy de privilegio era el lugar que buscaban; pero dado que descuidaban el por dónde, el Señor retrae su atención del adónde querían llegar, para que la pongan en aquello por dónde han de caminar. ¿Qué les responde a quienes buscaban lugar tan privilegiado? ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? ¿Qué cáliz, sino el de la humildad, el de la pasión, bebiendo el cual y haciendo suya nuestra debilidad dice al Padre: Padre, si es posible, pase de mí este cáliz?
Poniéndose en lugar de quienes rehusaban beber ese cáliz y buscaban un lugar privilegiado, descuidando el camino de la humildad, dijo: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Buscáis a Cristo glorificado; volveos a él crucificado. Queréis reinar y ser glorificados junto al trono de Cristo; aprended antes a decir: Lejos de mí el gloriarme a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
Esta es la doctrina cristiana, el precepto y la recomendación de la humildad; no gloriarse a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues no tiene nada de grande gloriarse en la sabiduría de Cristo, pero sí lo es hacerlo en su cruz. Donde encuentra el impío motivo para insultar, allí encuentre el piadoso su gloria. Sea idéntico lo que provoca el insulto del soberbio y la gloria del cristiano.
No te avergüences de la cruz de Cristo; para eso recibiste su señal en la frente, la sede del pudor por decirlo así. Piensa en tu frente para no temer la lengua ajena”.
Sermón 160, 5