Por nuestra vocación de servicio hacia la Iglesia y sus necesidades, actualmente es el principal campo de nuestra actividad.
Ejérzase el ministerio pastoral con incansable celo apostólico en las iglesias, santuarios, centros de espiritualidad, parroquias y en todos los servicios que nos pida la Iglesia. La actividad pastoral se llevará a cabo siguiendo las directrices de la Iglesia local y aportando la riqueza de la espiritualidad agustiniana, ofreciendo a los fieles el testimonio de nuestra vida común. Nuestra vida y presencia pastoral deben tener un claro estilo agustiniano, caracterizado por la reflexión común y compartida de la Palabra de Dios y su aplicación al mundo actual (Const. n. 151).
Se procura con interés la atención pastoral, catequética y litúrgica de los jóvenes, a los que animamos personalmente y en grupo al seguimiento generoso de Cristo, siguiendo el ejemplo y espiritualidad de nuestro Padre san Agustín, y se propone la celebración de encuentros de jóvenes para conseguirlo (Cf. Const. n. 156).
Podemos también englobar aquí la atención a los monasterios de monjas de la Orden, Institutos agustinianos de vida apostólica y a las Fraternidades Seculares (Cf. Const. n. 157-158).
Mención especial merecen los laicos que trabajan con nosotros, asumiendo su incorporación en la toma de decisiones y sin cuya colaboración sería imposible llevar a cabo nuestra misión, y las asociaciones de actividad apostólica que encarnan la misión de la Iglesia en favor de los necesitados (Cf. Const. n. 159).
Aunque la educación de niños y jóvenes no cumple actualmente ninguna finalidad sustitutiva de las responsabilidades de los estados, como ocurría en siglos pasados, creemos que sigue siendo una necesidad en nuestra sociedad secularizada. Las familias tienen así la oportunidad de elegir un tipo de educación diferente, acorde con sus creencias y los valores a los que aspiran. Por eso, los agustinos asumimos la constitución de centros educativos y la dedicación a la tarea educativa.
Además, nuestros centros añaden una pastoral específica que se desarrolla fuera de los horarios lectivos y permiten a los distintos miembros de la comunidad educativa vivir una experiencia más intensa de su cristianismo y los valores agustinianos. En esta línea, destacan los grupos agustinianos, las escuelas de padres, la formación agustiniana del profesorado, las labores de cooperación y voluntariado de nuestros jóvenes, la participación en convivencias y encuentros y la pastoral sacramental (preparación para la Primera Comunión, la Confirmación o el Bautismo).
Según el Vaticano II, la actividad misionera fluye “de la misma naturaleza íntima de la Iglesia” y es “la manifestación o epifanía del plan de Dios y su realización en el mundo y en su historia, en la que Dios, por medio de la misión, perfecciona abiertamente la historia de la salvación”, por eso nos comprometemos a mantener una actividad misionera que ha destacado a lo largo de la historia de nuestra Orden (Cf. Const. n. 167).
Nuestra labor se desarrolla desde el respeto a la lengua y cultura de los pueblos, por lo que quienes la desarrollan deben formarse en esa cultura, el aprecio a sus costumbres y la utilización de su lengua (Cf. Const. n. 170).
Dado que la finalidad de toda misión es la fundación y desarrollo de una nueva comunidad cristiana que, en lo posible, consiga valerse por sí misma, los misioneros no escatimen esfuerzos para suscitar con la gracia de Dios vocaciones autóctonas tanto para el clero diocesano como para la Orden (Const. n. 175).
Unida a esta actividad, está la promoción de las gentes, sus pueblos y culturas. Es habitual, en las regiones donde desarrollamos nuestra actividad misionera, que existan necesidades sanitarias, educacionales, territoriales, etc. o de pérdida de la dignidad, en especial entre las mujeres, ancianos y niños. Por ello, trabajamos en distintos programas de desarrollo, a veces junto a otros organismos internacionales, que permitan mejorar las condiciones de vida de estas gentes.
La fe nos lleva a la fidelidad a nuestra vocación, la caridad engendra la solidaridad con los desfavorecidos y la esperanza nos exige el compromiso, que se hace visible por el testimonio de nuestra vida (Cf. Const. n. 182). Por eso, estamos obligados a plasmar en la realidad nuestra “opción preferencial por los pobres” (Cf. Const. n. 183), por lo que impulsamos el apostolado social con todos los medios a nuestro alcance:
- Fomentándolo sistemáticamente desde el inicio de la formación, para que todos los candidatos, conforme a su madurez humana, reconozcan y expresen que la fraternidad se extiende más allá de los límites de la Orden.
- Enseñando la doctrina social de la Iglesia y las ciencias sociales como parte integrante del currículo filosófico-teológico. – Impregnando nuestras actividades apostólicas de esa opción por los pobres y abandonados por la sociedad, que son las mayores víctimas de la injusticia humana.
- Constituyendo dentro de la propia comunidad, entre los fieles y alumnos de nuestras instituciones grupos activos, no sólo asistenciales, sino que trabajen como agentes de este compromiso social agustiniano.
- Mediante un fondo de solidaridad que cada Circunscripción debe constituir, con dedicación de bienes y personas.
(Const. n. 184)