La actividad misionera, que fluye “de la misma naturaleza íntima de la Iglesia”, es “la manifestación o epifanía del plan de Dios y su realización en el mundo y en su historia, en la que Dios, por medio de la misión, perfecciona abiertamente la historia de la salvación”.
Puesto que esta actividad nos corresponde también por razón de la naturaleza e historia de la Orden, es menester que nuestras Circunscripciones procuren asumir misiones o al menos colaboren en ellas con otra Circunscripción.
Es esencial a la actividad misionera no sólo “la evangelización y la plantación de la Iglesia en los pueblos o grupos humanos en los que no ha arraigado todavía”, sino también la ayuda a “las Iglesias, fundadas hace ya tiempo, que se hallan en cierto estado de retroceso o debilidad”. Nuestra actividad misionera debe responder a las exigencias de la inculturación. Los temas específicos de inculturación, a saber, la encarnación del evangelio y de la vida consagrada, la adaptación de nuestra espiritualidad y apostolado, el modo de ejercer la autoridad y de orientar la formación, el uso de los recursos y bienes materiales, deben ser parte integrante de nuestro talante misionero. En consecuencia, debemos respetar todas las culturas, promoviendo un auténtico diálogo y una colaboración sincera con ellas.
(Const. n. 167-168)
La Federación, en colaboración con las agustinas, edita una Hoja Informativa sobre las Misiones Agustinianas.
Así mismo, la Orden mantiene una importante presencia misionera repartida por el mundo.

Iquitos (Perú)
Tanzania
India
Tolé (Panamá)
Cuba