El P. Joaquín García nace en España, en el pueblo minero de Sabero, provincia de León, en 1939. Desde niño siente la llamada de ser sacerdote agustino misionero. Ingresa en la Orden de San Agustín, en la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas. Su ilusión de vivir, trabajar y dar la vida en las misiones agustinianas fuera de España, la hace realidad el P. Joaquín desde su ordenación sacerdotal hasta su deceso. Dos años en Colombia y cincuenta y cinco en la selva amazónica del Perú, son su tarjeta de presentación ante Dios el día de su fallecimiento, el 18 de enero pasado.
Misioneros hay de muchos tipos en la Amazonía peruana. Están los que se meten a fondo por los ríos y quebradas, viven en medio de los nativos y ribereños, y pasan su existencia anunciando el reino de Dios, acompañando sus vicisitudes, defendiendo los derechos ancestrales que tienen las gentes y los pueblos que moran, desde el comienzo de los tiempos, en estos lugares.
Los hay que viven en las ciudades, en este caso de la selva norte del Perú, en la capital Iquitos. Una gran urbe, con muchos barrios o pueblos jóvenes, llenos de gentes venidas de los ríos buscando mejorar la vida. Y, donde también se encuentran funcionarios, comerciantes, empleados de la banca, maestros, militares, estudiantes universitarios…. Los misioneros allí viven y trabajan en las parroquias esparcidas por la ciudad, concentrados en esa labor pastoral parroquial.
Y están los misioneros puente, que se sienten pertenecientes a ambos mundos, al urbano de la ciudad y al nativo y ribereño. En definitiva, con el mundo amazónico en sus más múltiples variables, intentando salvaguardar su historia y su cultura, sus derechos fundamentales.
P. Joaquín, un misionero puente
Larga es la lista de actividades e iniciativas llevadas a cabo por el P. Joaquín. Acciones con gran incidencia no solo en el ámbito local, sino también nacional e internacional, con repercusión en América o en Europa. Y, todo esto, residiendo en una ciudad, Iquitos, a la que solo se puede llegar en avión, a una hora y media de distancia de Lima, la capital del Perú. Estamos hablando de años en los que no había Internet o se estaba iniciando. En aquella época, todo se realizaba a punta de carta, teléfono y viajando mucho, ausentándose de casa.
Ningún campo de la cultura es ajeno a la inquietud del P. Joaquín. Para todos ellos tiene algún proyecto y se rodea de personas que le ayuden a llevarlo a la práctica: publicaciones para eruditos, centros de investigación, universidades, gentes de las parroquias; congresos de todo tipo, charlas, conferencias; coros y pequeñas orquestas, festivales musicales, de villancicos; preparación de profesores, catequistas, agentes de pastoral; preservación de fotografías, películas, monumentos, arquitectura de la ciudad (la que queda del tiempo del caucho); ferias del libro, concursos de belenes vivientes, creación de la Biblioteca Amazónica, del CETA (Centro de Estudios Teológicos de la Amazonia) y un largo etcétera.
Una ingente labor que ha sido reconocida por la sociedad civil y por la Iglesia. Premios en España como el de Bartolomé de las Casas y la Gran Cruz de Isabel la Católica, doctorados honoris causa por variadas universidades americanas, entre ellas la Católica del Perú, Palmas Magisteriales por el Ministerio de Educación del Perú, y otro largo etcétera. En una encuesta del año 2014, avalada por “Marca España”, el P. Joaquín García aparece como uno de los 100 españoles más influyentes del mundo.
Como dice la declaración hecha el día de su fallecimiento por la OALA (Organización de Agustinos de Latinoamérica): «El P. Joaquín fue Secretario General de la OALA, gran historiador, misionero, teólogo, estudioso de las cultura de la región amazónica… hombre capaz de leer los signos de los tiempos y de anunciar el evangelio con voz y letras proféticas”.
Como final unas palabras del propio P. Joaquín García, cuando era Secretario General:
“Sueño, como hombre dado a la historia, realizar un inventario de los espacios históricos y el patrimonio inmaterial (canciones, tradiciones, costumbres, plazas, jardines y calles) relacionados con nuestra vida del pasado. Sueño que dejemos diseñar un futuro de esperanza a quienes han de recibir nuestra herencia en esta región tan cargada de sufrimiento, pero también de esperanza. Sí, nuestra Orden, cargada de las culturas propias de cada lugar, tendrá mayor colorido: seremos más diversos, pero a la vez, más unidos”.