Nació el año 1268 en Montefalco, cerca de Asís, en la Umbría italiana, que es tierra de santos: San Francisco, Santa Clara de Asís.
Su gran talla mística iluminó con la luz de su espiritualidad los inicios de la historia de la Orden de San Agustín. Tanto a ella como a sus hermanos, sus padres supieron transmitirle una fe precozmente madura, el gusto por la oración y una tierna devoción a la Pasión de Jesús. Hizo su profesión religiosa con el nombre de Clara de la Cruz.
Mujer penitente hasta el extremo, ayunaba con frecuencia y pasaba largo tiempo en oración. Como sucede en la vida de muchos elegidos de Dios, durante años supo lo que es la tentación, la noche oscura y la fría soledad del alma. También experimentó los signos de la pasión de Cristo grabados en su corazón.
Elegida superiora, aunque no se había dedicado al estudio, la ciencia del espíritu la condujo a ser madre, maestra y sabia consejera para sus hermanas y para los sacerdotes, obispos y teólogos que acudían al convento.
Clara de Montefalco vivió una espiritualidad centrada en la pasión de Jesucristo y la devoción a la cruz. Su unión íntima con Jesucristo la llevó a un amor dedicado a la Iglesia, a sus hermanas de comunidad y a los necesitados. Murió el 17 de agosto de 1308