Evangelio del XXXII Domingo del T.O., según San Agustín

En esta parábola de las diez vírgenes, cinco necias y cinco sensatas, estamos invitados todos a ser de las vírgenes sensatas, de las personas que saben centrar su vida de fe en Dios. A través de nuestros sentidos, a través de toda nuestra vida, debemos vivir centrados en Dios y no dejar que los placeres de la vida, los trabajos o nuestras inquietudes ocupen nuestras vidas y nos quedemos fuera de la casa. No vivamos para las cosas superfluas, para lo que agrada al mundo, busquemos agradar a Dios.

Pureza de corazón

Aquellas vírgenes simbolizan las almas. En realidad, no eran cinco, sino que en las cinco se hallaban representadas millares. Además, en aquel número quinario se hallan comprendidos no sólo las mujeres, sino también los hombres, pues a uno y a otro sexo se les representa por una mujer, por la Iglesia; y a ambos sexos, es decir, a la Iglesia, se la llama virgen: Os desposé con un solo varón para presentaros, cual virgen casta, a Cristo. Pocos poseen la virginidad de la carne; la del corazón deben poseerla todos. La virginidad de la carne consiste en la pureza del cuerpo; la virginidad del corazón, en la incorruptibilidad de la fe. Luego toda la Iglesia se denomina virgen, y el pueblo de Dios se nombra con el género masculino.

Cinco

Ambos sexos son pueblo de Dios, un pueblo y un solo pueblo; y también una Iglesia y una sola paloma. Y en esta virginidad hay miles de santos. Luego las cinco vírgenes representan todas las almas que han de entrar en el reino de Dios. Con razón se consignó con el número quinario (esta virginidad), porque cinco son los sentidos del cuerpo conocidísimos por todos. Por cinco puertas entra algo al alma mediante el cuerpo; o por los ojos, o por el oído, o por el olfato, o por el gusto, o por el tacto entra lo que codicias malamente. El que no da paso a la corrupción por estas cinco puertas, se computa entre las cinco vírgenes. A esta corrupción se da paso por medio de los deseos ilícitos. Que sea lícito o ilícito, nos lo dice la Escritura a cada momento. Es necesario que te cuentes entre aquellas cinco vírgenes. Así no temerás lo que se dice: «Nadie entrará.» Se dice esto, y así acontecerá, pero una vez que hayas entrado. Nadie cerrará, dejándote fuera; pero, una vez que hayas entrado, se cerrarán las puertas de Jerusalén y se asegurarán los cerrojos de sus puertas. Pero, si tú no quieres ser virgen de corazón o pretendes ser virgen del número de las necias, quedarás fuera y en vano llamarás.

¿Quiénes son las vírgenes necias, pues ellas son cinco también? Las almas que conservan la continencia de la carne, evitando la depravación proveniente de todos los sentidos, que ya conmemoré. Estas evitan ciertamente la corrupción que dimana de cualquier parte, pero no llevan su bien en la conciencia ante los ojos de Dios, sino que pretenden agradar con él a los hombres siguiendo el parecer ajeno. Van a caza de la aclamación del populacho, y, por lo mismo, se hacen viles al querer ser estimadas de los espectadores no bastándoles su conciencia. Con razón no llevan óleo consigo.

Comentario al salmo 174, 10-11.

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