
En esta fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán vemos cómo el templo es imagen de lo que va a venir de Jesús, el Señor. Por eso, vemos cómo quiere purificar a todos los que quieren usar el templo para sí, los que buscan sus propias seguridades y no quieren vivir abandonamos en el amor de Dios. Busquemos siempre a Dios, en las iglesias, en la naturaleza, pero no nos detengamos en las cosas materiales sino en el gran amor que Dios nos tiene para vivir de él y, una vez llenos de su amor, lo llevemos a nuestros hermanos.
Casa de oración
Encontró en el templo a los que vendían bueyes y ovejas y palomas y, sentados, a los cambistas; y, como hubiese hecho cual un látigo de cuerdas, a todos echó del templo, también las ovejas y los bueyes, y desparramó el dinero de los cambistas y volcó las mesas y a quienes vendían las palomas dijo: Quitad eso de aquí y no convirtáis la casa de mi Padre en casa de negocio.
¿Qué hemos oído, hermanos? He aquí que el templo ese era aún figura, y de ahí echó el Señor a todos los que buscaban lo suyo, los que habían venido a los mercados. ¿Y qué vendían allí ellos?
Lo que los hombres necesitaban para los sacrificios de aquel tiempo. Sabe, en efecto, Vuestra Caridad que, a aquel pueblo, conforme a su carnalidad y corazón pétreo aún, se habían dado sacrificios tales que le impidieran pasarse poco a poco a los ídolos, e inmolaban allí sacrificios – bueyes, ovejas y palomas -; lo sabéis porque lo habéis leído. No había, pues, pecado grande si en el templo vendían lo que se compraba para ser ofrecido en el templo. Y, sin embargo, los echó de allí.
Casa de negocio
Si a quienes vendían lo que es lícito y no es contra justicia – pues lo que honestamente se compra, no se vende ilícitamente -, los expulsó empero y no soportó que la casa de oración se convirtiera en casa de negocio, ¿qué haría el Señor si encontrase allí borrachos? Si la casa de Dios no debe convertirse en casa de negocio, ¿debe convertirse en casa de bebidas?
En cambio, cuando digo esto rechinan con sus dientes contra mí. Más me consuela el salmo que habéis oído: Sobre mí rechinaron con sus dientes. También yo sé oír dónde ser curado, aunque se redoblen los azotes a Cristo, porque es flagelada su palabra. Dice: Se han congregado contra mí azotes y no lo supieron.
Lo flagelaron los látigos de los judíos, lo flagelan las blasfemias de los cristianos falsos; multiplican los azotes a su Señor y no lo saben. En la medida en que él nos ayuda, hagamos esto: Yo, en cambio, cuando me eran molestos, me vestía de saco y humillaba con ayuno mi alma.
Tratado sobre San Juan 10, 4
